Estuve a punto de volver a suicidarme.

Nunca me había sentido tan viva como cuando estuve a punto de morir esta última vez. Me quedé sin dinero. Me quedé sin amigos. Me quedé sin familia. No me percataba de mi caída en picado. La verdad no tenía del todo claro que pudiese sobrevivir a tantas mierdas de la vida.

No tenía del todo claro que sucedería si me dejaba llevar por la efusividad, la confianza y el buen hacer. ¿Sabes? Un: «joder tía, ¿Y si te mereces algo mejor?» Entonces decidí centrarme en mí. Así, fulminante, como ultimátum. No me importó como podría verse desde mi entorno que yo luchase por ser feliz. Más adelante os explicaré porqué a mi familia y amigos les molestaba que intentase brillar.

Se me enseñó desde pequeña a no obedecer a mi corazón. Debía obedecer a la idea e imagen corrupta de Dios que me habían vendido. Era lo mejor que consideraban para mí, es lo único que mi mente pudo encontrar como archivos mentales. Cualquier manifestación de prosperidad y abundancia se veía desvanecida como las gotas de lluvia por la ventana. Había entendido que sufrir para alcanzar la gloria De Dios es el camino más fácil para llegar a él.

Ciertamente, a mi edad, me había propuesto no disculparme con cualquiera que me hiriese. Me proclamaba vencedora de mis propias emociones e ideales. Pero lo terrenal me seguía empujando a la vida vacía y sin valor. De conformista. Parecía que no quería esa vida, pero es la única que podía manifestar en ese presente pasado. En una noche «oscura de el alma» pude verme reflejada en mí misma llena de miedos. Me traslade a un futuro que ya es pasado donde me vi siendo la clásica charlatana de 70 años. Si por ella hubiese sido, se hubiese hecho millonaria y rica. Con miles de consejos y amplia experiencia en sentir miedo. Y como ya intuís, en ese futuro psicológico jamás me hice rica y millonaria.

Fue tan sencillo como que una noche abrí los ojos y ya no era la misma. Mi corazón había sido reemplazado. Ahora tenía el de una persona que no odia. Soy alguien que no se siente mal por pensar en sí misma. Adoptar la conciencia de que iba a morir por las mismas personas que me estaban matando. Joder, me vi morir por los motivos por los que en mi entierro ellos lloraban que no entendían. Ellos nunca pensaron que fuese para tanto. Y ahí empecé a entenderlo todo. Me di cuenta de que la única forma de salvarme psicológicamente era poner límites y fronteras físicas con esas personas. Dando igual la índole de relación que tuviese.

Romper con el bloque familiar, sí, ya sabes, el de la energía. A nadie le gusta que le digan que sus relaciones están condicionadas por esto. Por energías que vagan y se instalan a su alrededor. Por eso, con recelo, esos seres que presumen ser racionales no envían ese archivo mental a la papelera. ¿Cómo se van a autorizar a ser felices?

Venga, vamos, haz click sin miedo en eliminar.

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Muy bien, buen chico.

Lo sencillo es complicarlo todo.

Seguro habrás oído hablar de esto miles de veces y es que al hacerlo seguimos complicándolo todo. Qué genuino y qué puro, y como seres dominados por el ego no podemos(ni queremos)entenderlo.

Mi intención no es más que la de irrumpirte algún tipo de estímulo. Quiero que entiendas la importancia de deshacerte de todo lo que crees que te bloquea. No deja de ser un significado con su significante. Se lo das tú. Nadie más. Abraza tu deidad. Ni siquiera yo puedo decirte qué hacer. Al decírtelo, aunque sea para que me ignores, ya te lo estoy ordenando. ¿Lo vas entendiendo? Manifestar todo el tiempo.

Quizá ahora no lo puedas comprender en su inmensa plenitud. Al comenzar a leer este blog has decidido meterte en la mente de una loca que se lo tiene muy creído como método de supervivencia. Estás chalado. Ella usa eso como arma de defensa. Eso te va a excitar. Te puedo prometer que te vas a excitar hasta decir “basta, deja de follarme la mente”.

Pero vamos a profundizar querido. Deberás esperar un poco más para alcanzar el orgasmo mental. Imagina por un momento que todo lo que piensas que es complejo es, en realidad, sencillo. Que el ruido constante que llenamos de pensamientos es sólo una cortina, una distracción. Vivimos en una danza perpetua entre lo que queremos mostrar y lo que realmente somos. Nos enseñaron a construir muros, a vestir máscaras, a esconder nuestra verdadera esencia por miedo al juicio, al rechazo.

Lo paradójico es que en esa búsqueda frenética de aceptación, nos alejamos de lo más auténtico, de lo más puro. Nos perdemos en un laberinto de expectativas ajenas, olvidando que la única aprobación que realmente importa es la nuestra.(¿No te es suficiente?) El verdadero desafío no es aprender más, sino desaprender, despojarse de las capas de condicionamientos que nos envuelven. 

Sé que todo esto puede sonar abstracto, incluso intimidante. Pero la verdadera liberación viene de entender que la vida no se trata de acumular certezas. Se trata de abrazar las dudas y de fluir con ellas. Es en esa fluidez donde encontramos la paz, la claridad.

¿Te has preguntado alguna vez por qué los niños parecen tan felices? Porque viven en el presente, no cargan con el peso del pasado ni la ansiedad del futuro.(¿No fuiste un niño feliz?) Cada momento es una aventura, cada experiencia es nueva y emocionante. Y en su ingenuidad, nos enseñan la mayor de las lecciones: la simplicidad.

Así que te invito a hacer una pausa. A respirar. A dejar que el silencio te envuelva. A deshacerte, aunque sea por un instante, de todo aquello que te agobia. En ese espacio vacío, en ese respiro, encontrarás la verdad que has estado buscando. Una verdad que siempre ha estado ahí, esperando a ser descubierta.

Lo sencillo es complicarlo todo. Pero también, lo sencillo es la llave para desentrañar el enigma de nuestra existencia. Te abro las puertas de mi jodida, sucia y mezquina mente. La adoro, espero que tú mi querido lector, me adores tanto como ya estoy adorando en estos momentos. 

Disfruta y eyacula conmigo.


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